lunes, 21 de enero de 2013


Una ventana con vistas. El artista y el paisaje. La obra de un creador esta siempre, de una manera u otra vinculada al lugar y a las circunstancias donde se genera. Las imágenes y las sensaciones en las que el artista ha estado inmerso, siempre acaban aflorando en su manera de generar la obra o apareciendo de una forma mítica en su trabajo,. Sus experiencias vitales le ayudan a crear las metáforas visuales que formaran parte de su lenguaje artístico. El paisaje conforma una manera de ver que se hace visible en la obra. Todo artista pertenece a un tiempo y a un lugar, aunque como dijo el poeta mejicano José Emilio Pacheco, el arte no tiene nacionalidad, tiene raíces. El artista se integra con aquello que contempla, un contemplar sosegadamente, que se convierte poco a poco en una realidad emocional, una realidad sensible transformada en un paisaje interior. El paisaje, y más concretamente el mar, el Mediterráneo transformado en una realidad simbólica, es el contexto constante de mi trabajo. Crear es buscar el reencuentro con este paisaje interiorizado, es buscar las propias raíces en lo universal a través del mar como metáfora. El arquitecto italiano Renzo Piano recuerda el puerto de Génova, los barcos flotando sobre las aguas, que mas tarde relaciona esta experiencia con el “deseo de vencer la fuerza de la gravedad” por medio de la arquitectura. Creo que es muy importante el paisaje y la influencia que ejerce en los procesos creativos. Chillida habla de la luz negra del País Vasco y de la mar en contraposición a la luz blanca del Mediterráneo. Cesare Pavese…Mark Rotko…muchos artistas hablan de esta relación. El horizonte lejano despierta la imaginación de lo que hay mas allá del horizonte, despierta la pasión del explorador. El trabajo de creación, como ya se ha dicho muchas veces, es como una aventura, un viaje al interior de uno mismo, que ha de llevarle ha hacer visible aquello que está mas allá del horizonte de lo conocido, a desvelar y alumbrar lo invisible. Es la atracción por el límite, por la frontera. El artista es como un explorador, conoce el punto de partida pero no sabe donde le va ha llevar el trabajo de sus exploraciones. Hay que emprender este camino a la búsqueda de la experiencia del riesgo, y también de la soledad, no como una lucha contra algo, sino hacia algo, algo que no está detrás para ser imitado sino delante, para ser inventado, descubierto, experimentado, hacia un sentimiento de lo posible, pero que siempre se nos escapa como si fuera nuestra propia sombra. He crecido mirando el mar desde la ventana de mi casa, yo miraba, y sigo mirando, pasar los barcos que cruzaban y que iban más allá del horizonte. Me gustaba imaginar a que distantes puertos y ciudades se dirigían, hacia que distantes y exóticas costas, países e islas iban a cruzarse en su camino. Yo me imaginaba navegando, más allá del horizonte, descubriendo nuevos mundos, nuevas costas y exóticas islas y ciudades, sentirse libre. Imaginar geografías, dibujarlas. También me gustaba mirar el cielo a través de la noche, y todavía lo hago, quería ser astrónomo. Dedicar noches y más noches, en la soledad, mirando a través del telescopio, explorando a través del universo, en el horizonte profundo del cosmos para descubrir nuevos mundos, nuevos soles, el macrocosmos. O ser biólogo, penetrar en el misterioso microcosmos de la vida, mirar a través del microscopio para descubrir, para ver. Pero años después descubrí que eran precisamente todas esas cosas las que estaba haciendo. Con la joyería y a través del arte, me siento como un explorador que descubre, imagina, inventa, desvela otra clase de mundos. Unos mundos que emergen de las profundidades de mis recuerdos, de mis sueños y de mis deseos para conformarse como universos íntimos. Paul Valéry ya hizo notar esta proximidad entre estas dos fuentes de conocimiento cuando decía que "Ciencia y arte son casi indiscernibles en el proceso de la observación y de la mediación para separarse en el de la expresión, para acercarse en la disposición, y para dividirse definitivamente en los resultados". Trabajar en mi taller, es como hacer un largo viaje, sentirse un poco Ulises. Lo importante es hacer, con la esperanza de llegar, pero no es necesario llegar. Crear es una experiencia vital, que intento compartir con los otros a través de mostrar mi trabajo, y sobre todo de la complicidad con la persona que lo va a llevar. La creación siempre se vive como una aventura que nos aleja de lo cotidiano y nos proyecta mas allá de las cosas conocidas y ciertas. Quizás por eso, son varias las metáforas recurrentes que he utilizado y que están relacionadas con el viaje, la orientación, los horizontes abiertos, el cielo, la exploración o los mitos, y que se pueden encontrar en las series como en Constelaciones, Archipiélagos y Marcas Cardinales. Otras veces al contrario, se dirigen hacia espacios cerrados pero que también deben ser descubiertos, como en Hortus conclusus, Imago Mundi o en las series de Arquitecturas livianas. En mi trabajo siempre he intentado encontrar soluciones técnicas que me permitan trabajar de una manera muy espontánea y libre, sin los condicionantes del oficio, buscando la manera de convertir la técnica en un puente lo más corto posible, entre las ideas, los sentimientos, y la materia, procurando no borrar los trazos y las huellas del proceso. Pero esa técnica muchas veces solo se consigue a partir de muchas reiteraciones, hasta que los gestos del trabajo se convierten en habilidades inconscientes, permitiendo concentrarse en lo indefinible, en lugar de deslumbrarse por una buena ejecución técnica. Para mi el acto de proyectar y de construir significa vivir la emoción de unos instantes de plenitud. Afrontar el juego combinatorio de múltiples posibilidades, seleccionar y elegir despierta en mí un sentimiento de íntima libertad. Significa buscar lo inesperado y de lo que aparece evaluarlo y compararlo con un modelo imaginario, un modelo formulado a partir de un presentimiento indefinible. Combinar y recombinar las variantes, las unas con las otras, buscar y dar un orden para que cada detalle o elemento se relacione y se subordine al conjunto. La búsqueda de la armonía, la exactitud, la simetría, la belleza encerrada en la materia, en los objetos, en el universo que nos rodea, se traslada a la actividad creadora, es su fundamento. Busco la belleza, no lo decorativo. Busco la honestidad, no la impostura. Busco la precisión y la claridad de la forma, pero también lo oscuro y profundo de la expresión. Posiblemente por esta razón la mayoría de mis trabajos se estructuran como composiciones de elementos separados, a modo de ensamblaje, procurando que el objeto no sea visto, no sea percibido en su totalidad al primer golpe de vista, sino que la mirada divague y recorra una sutil red de itinerarios visuales, explorando y descubriendo las relaciones de armonía y contraste entre las diferentes partes del objeto, haciendo necesario un tempo para que la mirada pueda depositarse por todos los rincones de la composición. No me interesa tanto la cualidad de original absoluto, como que su contemplación despierte resonancias múltiples, asociaciones y relaciones difusas, que faciliten la imaginación, igual al espectador o portador como a mí como autor. Me impulsa una necesidad, no tanto de crear, sino de instaurar una pequeña fracción de orden en nuestro universo de caos, me mueve el deseo de conseguir la perfección, la claridad de su estructura pero también la profundidad de su misterio, como la música de Bach. En un hacer que siempre se mueve en el horizonte que es límite entre la luz y la oscuridad. Me gusta considerarme como un artesano, como aquel artesano en el que soñaba Walter Gropius, cuando decía que el artista, es un artesano mas elevado, que en escasos momentos de claridad, se sitúa mas allá de su voluntad, y el arte florece inconcientemente bajo sus manos. Trabajo continuamente para reencontrarme con estos escasos momentos de claridad, cuando todo parece fluir sin esfuerzo de un manantial profundo. Creo que la producción, o la creación artesanal contribuyen al bienestar y a la sostenibilidad de nuestro mundo, lo decía William Morris, lo dice Richard Sennett. He intentado hacer objetos extra-ordinarios, es decir fuera de lo ordinario, pero cargados de función simbólica que ayuden a sentirnos mejor y más seguros, hacer de la joya una metáfora que recupere gran parte del gesto mágico que era ponerse una joya. Hacer joyas ha estado siempre unido a un proyecto vital, a una aventura, que con el devenir del tiempo, el transcurrir los meses, los años trabajados en la obra de creación, van transformando el mundo de incertidumbres en el que realizo mis obras, en un universo de certidumbres, por bien que siempre provisionales, y que son portadoras a su vez de nuevas interrogaciones, de nuevas hipótesis que mantienen la tensión y la energía de la evolución artística. En palabras de José Antonio Marina, “La libertad, mas que un destino es una posibilidad”, Crear, es para mi, afrontar este juego combinatorio de múltiples posibilidades, seleccionar y elegir despierta en mí un sentimiento de íntima libertad. La posibilidad dirige el rumbo de un proyecto vital que no separa vida y trabajo. Continúo observando desde mi ventana. Ramon Puig Cuyàs 2012

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Ramon Puig Cuyàs

Ramon Puig Cuyàs
Ramon Puig Cuyàs. Brooch 1999. Silver, enamel, graphit

Nº 8 Ramon Puig Cuyàs

Nº 8 Ramon Puig Cuyàs
Nº 8 Ramon Puig Cuyàs. Brooch, 1980. Cast silver.